Pero ni cualquier yogur, ni con cualquier granola.
Primero y como siempre digo, desayuna cuando tengas hambre. Si te levantas con hambre voraz, desayuna. Si por el contrario, pasan un par de horas (o las que sean) desde que te levantas hasta que desayunas, también, adelante. Así que no hagas caso a lo que se dice por ahí y aprende a escuchar tus necesidades.
Vale y no me enrrollo más con este tema porque en uno de los artículos que te comparto más arriba ya doy mis argumentos y bien expuestos. Ahora, a lo que voy:
No cualquier yogur. Ni desnatados ni con sabores. Ni mucho menos con propiedades mágicas (como bajar el colesterol, adelgazar o subir tus defensas).
Yogur: leche entera y microorganismos vivos. Mis preferidos son el yogur griego natural y el yogur de coco. Y a veces me los curro en casa (receta yogur de coco) y otras tantas lo compro y sin problemas.
Ni cualquier granola. Esta sí, granola casera que es súper mega fácil hacerla. Y si es comprada asegúrate que no lleve azúcar añadido porque este, de verdad, sobra.
Mi bol de desayuno de yogur lleva, más o menos:
– unos 100 gr de yogur
– una cucharada de granola casera
– una pieza de fruta troceada (melocotón, kiwi gold, paraguayo…) o bien un buen puñado de arándanos y/o moras
– unas virutas de coco (esto es por puro vicio)
– una cucharadita de postre de nibs de cacao puro
Opcional (porque me lo echo cuando no se me olvida y solo una de las 3 opciones):
– una cucharadita de café de Dukkah Gold, que es una mezcla de frutos secos y especias,
– un sobre de Antiox, concentrado de frutos del bosque que es súper mega antioxidante
– o bien simplemente un poco de canela.
No sé si te lo puedes llegar a imaginar pero queda un bol más lleno de cosas que de yogur…
Y a este yogur, le suele acompañar normalmente un vaso de agua y un huevo duro con hilillo de aceite de oliva y pizca de sal.