Contarlas es más inútil que el abre fácil de la leche.
Así bien claro te lo cuento. Y no exagero. Apuesto a que el mes de enero, y pisándole los talones el melancólico septiembre, es el mes que más etiquetas se leen en el supermercado. De verdad, fíjate cuando vayas a hacer la compra. Pocas personas son las que se dedican a intentar descifrar los enigmas que vienen escondidos en los envases de aquello que va a servirles de sustento… Pero de las pocas que hay, ahora, en enero, se multiplican. Y sólo leen una cosa: calorías. Las dichosas calorías.
Y es que parece que de todo lo que nos han ido inculcando los medios publicitarios en cuanto a teorías alimentarias se refiere, las calorías es lo que importa. Y no, las calorías no es lo que te interesa saber. Así que léeme con atención, y olvídate de las dichosas calorías.
Si, como media humanidad, este mes de enero te propones perder algo de peso y pretendes disminuir las calorías de lo que comes, déjame decirte, como decía aquél, que «la vida no está hecha para contar calorías» (Nota: el anunciante que dice eso pretende venderte un producto bajo en calorías… Ironías de la publicidad).
En este punto reclamo mi cruzada anti-cosas-light: estos productos light suelen incluir jarabe de glucosa y almidón modificado. De miedo. Pero es obvio que a la publicidad, y a la mayoría de personas les interesa más que en la etiqueta ponga «light» que no los ingredientes que componen el producto en sí. Este planteamiento nos aleja de la salud y nos convierte en obsesivos de la comida y del concepto de energía.
¿Sabes cuántas calorías comes a lo largo de un día? ¿Te han dicho que debes ingerir 2.000, quizá 1.800 kcal? ¡Ay por Démeter, Zeus y todos los dioses del Olimpo! ¡Olvídate de ellas, te he dicho! Tú tienes un contador automático de calorías: se llama «apetito». Aprende a escucharlo, a interpretarlo, y no cuentes más.
Algo que me preocupa soberanamente es que la mayoría de consumidores de productos light o bajos en calorías creen que esos productos son más sanos. Light no es igual a más sano… sino lo contrario. Lo saludable de un alimento nada tiene que ver con sus calorías, o no depende de ellas, sino del conjunto de componentes de este alimento.
Atención, pregunta: ¿Es el aceite de oliva sano? ¿Y el aguacate? ¿Las nueces? Sí. Todos ellos son productos que el mundo entero reconocemos como sanos y… ¡anda, son súper calóricos! Qué paradoja… ¿verdad? Claro que no todos los alimentos calóricos son sanos, pero eso es de sentido común. Desde el punto de vista de la salud, no son lo mismo 100 kcal de aguacate que 100 kcal de coñac o de donuts. Así que, ¿para qué perder el tiempo contando calorías?
En general, los productos con pocas kilocalorías, además de llevar ingredientes feos (los jarabes, almidones…) sacian poco. Un yogur entero, natural y casero te sacia mucho más que un Vitalínea. Con lo cual, si comes el yogur light, o estarás de mal humor y pasarás hambre, o tendrás que comer algo más para calmar tu apetito. En este artículo te explicaba más el efecto de los productos light en tu organismo.
Mi conclusión de siempre:
Come comida de verdad, alimentos, no productos, frescos, no temas la grasa natural de la comida. No compres más productos light. Escúchate y respeta tus necesidades. Y como siempre, quiérete mucho.
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